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Si os gustan los simuladores de vida coloridos y de estética amable, seguro que habréis oído hablar de My Time at Portia. Un título del estudio chino Pathea Games que se granjeó mucha popularidad y que cautivó a la crítica hace unos años. Y con la intención de replicar ese éxito, los desarrolladores han pensado que lo mejor que podían hacer es recoger todos sus enseres y trasportarnos desde la floreciente y verde Portia de cuento de hadas a un pueblecito al estilo western (y con cierto toque cyberpunk) llamado Sandrock.
Aunque el juego lleva en acceso anticipado en Steam desde mayo de 2022, ha ido creciendo poco a poco, añadiendo nuevas mejoras y contenidos hasta dar con la versión 1.0, que también llega a consolas y que hemos disfrutado en Nintendo Switch.
Al igual que en la primera entrega (espiritual, pues no siguen una historia unificada) somos un albañil recién contratado para hacernos cargo de un viejo taller de construcción cuyo anterior dueño ha decidido tomarse una merecida jubilación. En este caso, el promotor del gremio de comerciantes Yan ha decidido contratar también a otra albañil llamada Mi-an, y con la que iremos cumpliendo con los contratos que nos ofrece el gremio y los lugareños de Sandrock, mientras seguimos también una historia principal que nos lleva al desierto y a sus secretos.
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Pero dejando a un lado la narrativa, el ciclo de partida es casi siempre el mismo. Un encargo nos pide construir un objeto o material concreto y para ello debemos fabricar, recolectar, picar o atrapar cientos de materias primas con las que construir casi cualquier cosa. Desde unos ladrillos hasta un ascensor hecho con grúas de obra. Al principio de la partida los materiales se encuentran junto al taller y será fácil avanzar, pero pronto descubres que habrá que planificar bien las salidas al desierto en busca de los más raros y valiosos, y no descuidar el resto de tareas. A veces la cadena de misiones se vuelve tediosa, al tener que pasar a avisar al personaje de la misión de cada avance que hayamos hecho, en lugar de, por ejemplo, dejar que cojamos varias misiones y las entreguemos todas a la vez.
También tendremos que cumplir algunos encargos que nos hacen los ciudadanos de Sandrock y que al completarlos nos ofrecen riquezas y mejorar nuestra relación con ellos. El nexo social sigue el mismo patrón que vimos en Portia: mediante conversaciones, juegos y compartir eventos o actividades ganaremos puntos de relación, y podremos conocer mejor a esa persona dependiendo de las cosas que le gustan o no. Y, por supuesto, encontrar el amor. Aunque no he explorado demasiado esta vertiente, como buen simulador de vida tendremos la oportunidad de convertir nuestra casa taller en un hogar donde formar una familia, y los desarrolladores han prometido que en la actualización del día de lanzamiento de la versión completa el 2 de noviembre habrá hasta 12 nuevas opciones de romance.
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Pero My Time at Sandrock es mucho más que quedarnos alrededor del conjunto de edificios del pueblo, y es que aquí el mapa explorable ha crecido mucho en comparación con su anterior entrega. En este desierto se asientan las ruinas del Viejo Mundo, y muchos de los mejores tesoros se encuentran bajo la arena en mazmorras que tendremos que atravesar al estilo de los Zelda clásicos, arma en mano, despegándolas de enemigos. Dejarse llevar por la sensación de explorar un desierto como si de un distópico cowboy se tratara es una de las sensaciones más originales que me ha dejado Sandrock, además de que, con el ciclo de día y noche, las cosas pueden ocurrir de diferente manera dependiendo de la hora en la que explores la zona.
Tanto los personajes como el resto de criaturas y NPC se rigen por un sistema RPG rudimentario en el que subimos niveles para aumentar nuestra salud y el daño. Así sabemos, por ejemplo, que podremos enfrentarnos a ese robot loco de nivel 5, pero más nos vale alejarnos de esa abeja de nivel 15 porque nos derrotará sin que la rocemos. Hay más de 60 tipos de enemigos, así que la variedad de combates (y recompensas) está asegurada.
Sin embargo, en este punto debo advertir que el combate no es muy divertido, ya que los ataques son lentos y el movimiento se ralentiza. Las caídas de FPS son otro de los problemas conocidos, pero su frecuencia me hace dudar que puedan solventarse todos ellos con el mismo parche de lanzamiento.
My Time at Sandrock no se arriesga respecto a My Time at Portia, y es una secuela muy continuista con algunos añadidos interesantes a la que quizá un lavado de cara gráfico le habría hecho ganar más empaque. Pese a eso y a algunos detalles que se solucionarán con próximos parches, estamos ante un gran título de simulación en el que perdernos durante muchas horas y siempre con algo que hacer allí.